Alta Cocina: ¿Por qué ellos y no nuestras abuelas o madres?
La disciplina y la creatividad que han elevado la cocina a una forma de arte son cualidades humanas, no exclusivas de un solo género.
EDADISMO
Durante siglos, el aroma a guiso casero ha sido sinónimo de manos femeninas, especialmente las de nuestras abuelas, guardianas de tradiciones y sabores transmitidos de generación en generación, un legado de amor y sacrificio silenciado en la intimidad del hogar.
Sin embargo, al cruzar el umbral de la profesionalización, la gastronomía se metamorfoseó en un escenario donde los hombres se alzaron como grandes chefs, dejando a las mujeres relegadas a las sombras de sus propias cocinas.
Esta paradoja culinaria revela las profundas grietas de género. En nuestra cultura se ha vinculado lo femenino con el ámbito doméstico de manera naturalizada, pero en el momento actual, la llamada alta cocinase ha convertido en un club exclusivo para hombres.


La lupa mediática y el brillo del prestigio, alimentados por prejuicios de género arraigados, han coronado a los chefs varones como los únicos dignos de admiración. Los datos lo confirman: en restaurantes con estrellas Michelin, las mujeres lideran solo una pequeña fracción,
aproximadamente el 10% de las cocinas. No obstante, mujeres como Dominique Crenn, Carme Ruscalleda y Elena Reygadas, con su talento desbordante, están desafiando este paradigma, abriendo camino hacia una narrativa culinaria más justa y equitativa.
No basta con aplaudir a las excepciones; es imperativo repensar los cimientos de nuestra cultura, reconocer el valor intrínseco de la cocina doméstica y garantizar que el sabor del éxito sea accesible para todos, independientemente del género o la edad.

